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Sabor que honra a la memoria

Sombrero Calañés es el legado de la familia Baquero. Cinco generaciones de dedicación a la crianza del cerdo ibérico y al cuidado de la dehesa calañesa.

Su herencia vive en nuestros jamones. La salazón, la untuosidad de la grasa y el matiz de la bellota forman un producto excepcional para el paladar.

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Un pueblo con tradición ganadera

Nuestro municipio se encuentra en el corazón del Andévalo onubense, arropado por Sierra Morena y sus aromas de encina y alcornoque. La ganadería forma parte de su identidad, en especial la crianza del cerdo ibérico de bellota.

Calañas no ha sido ajena al éxodo rural, pero sus habitantes no se rinden y las familias ganaderas siguen comprometidas con su pueblo.

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sobre Calañas

¿Sabías que...?

Federico, uno de nuestros porqueros, sabía cuándo los cochinos habían comido un determinado tipo de hierba por la suavidad y el brillo de su pelo.

Los cerdos, en nuestra dehesa, solían bucear hasta el lecho de la ribera para alimentarse de un tipo de almejón que allí se daba a principios del siglo XX.

Durante los años 40 la labor del porquero era de vital importancia, ya que las parcelas carecían de vallado. Su orgullo era presumir de piara, acostumbrarlos a la voz de su llamada y acertar bajo la romana las libras y arrobas que pesaban.

Los días de la matanza eran muy esperados en el pueblo. Las chacineras cantaban canciones populares no escritas y los niños eran los encargados de vigilar que los perros no se acercasen a los cerdos una vez sacrificados.

Los nacimientos de los lechones se hacían en libertad y, cuando volvían acompañados por su madre, eran resguardados en zahúrdas para protegerlos de los depredadores.

Bartolo, uno de nuestros porqueros, sabía imitar el chasquido de las cáscaras de los almejones de los que se alimentaban los cerdos.

La alimentación de los cerdos ibéricos puros se basaba en altramuces endulzados, zomillos y almejones.